

Sería muy raro que no hayas escuchado hablar de doña Josefa Ortiz de Domínguez, una de las principales organizadoras de la independencia. Así como ella, hubo otras mujeres que contribuyeron para hacer de México una nación independiente, pero sus nombres no son tan escuchados. Ellas prestaron sus servicios como informates clandestinas, guías de caminos, asesoras, enfermeras, cocineras y combatientes; otras además, aportaron su dinero y propiedades para apoyar la lucha.
En aquella época, debido a la intolerancia religiosa, las mujeres sólo podían dedicarse a la crianza de los hijos y a los quehaceres de la casa; su vida se limitaba al hogar, al convento y la Iglesia. Las mujeres de las clases alta y media alta eran las únicas que recibían educación, pero era religiosa. Las mujeres más pobres no podían acceder ni siquiera a eso, el 100% eran analfabetas. Así que aquellas que se atrevieron a cruzar los límites y desafiar los modelos tradicionales tienen un mérito muy grande.
Las mujeres insurgentes menos conocidas:

Manuela Medina, la Capitana de Texcoco, comenzó su lucha viajando más de 480 kilómetros (no suena tan lejos, pero no es lo mismo viajar ahora que hace más de dos siglos) para integrarse a las filas del ejército de José María Morelos. Su determinación, fortaleza y convicciones inspiraron a muchas personas y le permitieron crear su propia compañía de soldados independientes y participar en siete importantes acciones de guerra. Murió en 1822 a consecuencia de las heridas sufridas durante alguno de los enfrentamientos que protagonizó.
María Herrera hospedó en su rancho al militar independentista Francisco Javier Mina, pero ambos fueron perseguidos. Ella quemó su propia hacienda con tal de no entregarla al ejercito realista y huyó al bosque dejando atrás todas su pertenencias. Otras que sacrificaron su fortuna fueron las hermanas González, de Pénjamo, quienes derribaron su casa antes de unirse a la lucha.
Altagracia Mercado, la heroína de Huichapan, Hidalgo. Ella, con sus propios recursos reunió y encabezó un ejército en cuanto se enteró de la lucha independentista. Peleó valientemente hasta que fue derrotada y capturada por los realistas. Se cuenta que era tal su valentía, que los españoles decidieron no fusilarla como era la costumbre. El coronel a cargo la dejó en libertad porque estaba convencido de que mujeres como ella no deben morir así.
Cuando los españoles se apoderaron del río Soto la Marina dejando sin agua a las tropas del general Francisco Javier Mina, "María Soto la Marina" arriesgó su vida atravesando varias veces las líneas españolas para llevar agua a toda la tropa.
Tras el anuncio de que Miguel Hidalgo había caído prisionero, Mariana Rodríguez del Toro organizó y promovió desde su casa en la Ciudad de México, “La conspiración del año 11”, despertando en en su círculo social el espíritu independentista.
María Fermina Rivera fue capaz de sostener el fuego en batalla al lado de su marido, un coronel de caballería. Después de quedar viuda, ya con experiencia, ella siguió luchando con la misma fuerza y valentía. Murió en Chichihualco peleando al lado de Vicente Guerrero en 1821.
En el actual Estado de Michoacán, Luisa Martínez y su esposo tenían una tienda que ella usó como base para distribuir víveres y recursos a los independentistas, así como para enterarse y proporcionarles noticias. Al ser descubierto su mensajero, ella huyó, pero también fue capturada. Recobró su libertad pagando una multa de dos mil pesos y prometiendo no volver a comunicarse con los insurgentes. Al no cumplir fue encarcelada, multada y liberada tres veces más hasta que, en 1817 ya no pudo pagar la multa que era de cuatro mil pesos y fue fusilada.
Las hermanas Moreno, así como Francisca y Magdalena Godos, prestaron sus servicios fabricando cartuchos y cuidando de los heridos durante el sitio de Coscomatepec. Otra mujer poco conocida fue María Petra Teruel de Velasco, quien se encargó de proteger a los insurgentes que caían presos.
Las insurgentes más conocidas:

Josefa Ortiz de Domínguez
Fue una mujer ilustrada que siempre manifestó su interés por la justicia y su preocupación por los más desprotegidos.
Como esposa del Corregidor de Querétaro, don Miguel Domínguez, ella se enteraba de las novedades que él traía desde la Ciudad de México sobre las propuestas de cambiar la junta de gobierno por uno más democrático. Entusiasmada, comenzó a intercambiar ideas con el capitán Ignacio Allende. Fue así que ella apadrinó, a través de reuniones disfrazadas de tertulias literarias, lo que se conoce como “La Conspiración de Querétaro”, en la que participaron criollos como Mariano Abasolo, Juan Aldama y Miguel Hidalgo, así como abogados, militares y otros miembros de la sociedad.
Tanto doña Josefa como su esposo tormaron parte en los planes de independencia, pero fueron descubiertos y antes de ser apresados, el 14 de septiembre, ella pudo avisarle al alcalde Ignacio Pérez que habían sido delatados y le pidió que fuera a San Miguel el Grande para poner al tanto al capitán Ignacio Allende y luego a Dolores para comunicárselo al cura Hidalgo. Así fue como el mensaje de la Corregidora resultó determinante para proclamar el grito de Independencia la madrugada del domingo 16 de septiembre de 1810.
Al ser liberados don Miguel y doña Josefa, después de ser detenidos solo unos cuantos días, continuaron como corregidores hasta 1813. Todo parecía ir bien hasta que doña Josefa fue denunciada y difamada por José Mariano de Beristáin y Souza. Tras las acusaciones, el virrey Calleja mandó a destituir al Corregidor y ordenó que aprehendieran a la Corregidora. En 1814 ella fue recluída en el convento de Santa Teresa, en la capital, donde injustamente se le acusó de padecer enajenación mental (o sea, dijeron que estaba loca) para mantenerla prisionera. Luego fue trasladada al convento de Santa Catalina de Sena y liberada finalmente en 1817 por consideración a su esposo. Doña Josefa murió en 1829 a los 61 años.

María Ignacia Rodríguez de Velasco: La Güera Rodríguez
Mujer rebelde y decidida que tras sufrir violencia por parte de su esposo, consiguió el divorcio eclesiástico y se volvió a casar, un logró casi imposible para aquella época. No conforme con obtener su propia libertad como mujer, ella deseaba la libertad de su patria, trabajando por ambas a pesar de ser madre de 5 hijos y poner en peligro su integridad y fortuna.
Aprovechando su buena posición social, María ignacia obtenía información sobre las estratégias militares del ejército realista, y luego la hacía llegar a los independentistas. La Güera Rodríguez fue acusada de conspirar en contra del gobierno de los gachupines y de haber colaborado en la Conspiración de Valladolid, por lo que tuvo que enfrentarse a la Inquisición, pero gracias a su ingenio, pudo obtener un castigo benevolente.
Maria Ignacia Rodríguez no sólo sobresalió por su belleza y controvertida vida personal, su gran inteligencia que aprovechó a su favor en la corte virreinal y que puso al servicio de la independencia fue lo que la hizo pasar a la historia. Es reconocida porque arriesgó su vida, se enfrentó a la Inquisición y conspiró para alcanzar su sueño de libertad.
Gertrudis Bocanegra
Gertrudis nació en Pátzcuaro, Michoacán; su padre era español y su madre tarasca. Como otras mujeres de la época, Gertrudis Bocanegra no podía estudiar fuera de casa, pero tuvo la curiosidad y la disposición para leer todo aquello que llegaba a sus manos, incluyendo libros prohibidos por la Inquisición. Fue así que su espíritu se llenó de las ideas liberales provenientes del extranjero.
Después del grito de Don Miguel Hidalgo, su marido, Pedro Advíndula de la Vega, y su hijo se unieron a la insurgencia. Junto con su esposo salvó la vida de Francisco Javier Mina y la de otros caudillos en más de una ocasión.
Después de que su esposo y su hijo murieran en su primer enfrentamiento contra las tropas realistas en la batalla de Puente de Calderón donde peleaban al lado de Miguel Hidalgo, Gertrudis Bocanegra siguió como agente secreta de los insurgentes. Al quedar viuda, organizó la red de comunicación de los insurgentes en Pátzcuaro, a quienes sirviendo de espía les enviaba mensajes. Fue descubierta llevando información de Pátzcuaro a Tacámbaro, por lo que la encarcelaron junto con sus hijas. A Gertudris se le reconoce porque a pesar de que fue torturada y sentenciada a morir por traición, nunca delató a sus compañeros. Fue fusilada el 10 de octubre de 1817.

Leona Vicario Fernández
A diferencia de la gran mayoría de mujeres de la época, Leona Vicario recibió una excelente educación. Aunque quedó huérfana a los 17 años, su gran carácter y la herencia que le dejaron sus padres le permitieron estudiar Ciencias y Bellas Artes, así como aprender idiomas. Leona Vicario poseía un gran sentido crítico y cultivó sus propias ideas de igualdad y libertad, por lo que se dedicó al periodismo.
A través de su tío, un abogado de gran reputación, conoció a su futuro esposo, Don Andrés Quintana Roo, considerado también un prócer de la independencia mexicana. Al coincidir ideológicamente, ambos se unieron a Morelos en la lucha insurgente.
Leona comenzó como informante al ingresar a la sociedad secreta conocida como Los Guadalupes, formada por criollos adinerados y con acceso a información estratégica. Ella se encarbaba de transmitir esos informes a los insurgentes. Así fue como Leona se convirtió en parte fundamental de la comunicación clandestina entre los líderes independentistas. Además de ser una insurgente activa y dar refugio a los fugitivos, ella financió la lucha invirtiendo su propia fortuna donando desde medicamentos hasta armamento.
Como periodista, Leona Vicario publicaba informes en clave en el periódico El Ilustrador Americano, en ellos informaba sobre los movimientos políticos y militares ocurridos en la capital. Lamentablemente fue descubierta y encerrada en el colegio de Belén. Durante su juicio demostró gran valor y dignidad, y a pesar de los fuertes interrogatorios a los que fue sometida, no delato a ninguno de sus compañeros ni habló de sus planes. Fue encarcelada y sus propiedades le fueron confiscadas.
Gracias a Igancio López Rayón logró escapar y huyó hasta llegar a Tlalpujahua, Michoacán, donde se casó con Quintana Roo. Dada su alta posición social, a la pareja le fue ofrecido el indulto a cambio de abandonar el movimiento de independencia, pero se negaron y siguieron como fugitivos. En 1817 Leona dio a luz en una cueva, al poco tiempo fue apresada junto con la recién nacida. Al final fue indultada y le restituyeron sus bienes.
Tras el triunfo independentista en 1821, Leona Vicario siguió sufriendo críticas que la desacreditaban, una de las más malintencionadas fue la que hizo El historiador Lucas Alamán, quien menospreció su participación en el movimiento de independencia asegurando que ella solo se había unido a la causa por amor e influencia de su marido, no porque tuviera convicciones propias. Leona le respondió en el mismo periódico en el que había sido publicado el ataque, escribiendo, entre otras cosas, lo siguiente:
“….Confiese usted, señor Alamán, que no sólo el amor es el móvil de las acciones de las mujeres: que ellas son capaces de todos los entusiasmos y que los deseos de la gloria y la libertad de la patria no les son unos sentimientos extraños, antes bien, suelen obrar en ellas con más vigor, como que siempre los sacrificios de las mujeres, sea cual fuere la causa por quien los hacen, son más desinteresados y parece que no buscan más recompensa de ellos, más que la de que sean aceptados….. …Mis acciones y opiniones han sido siempre muy libres, nadie ha influido absolutamente en ellas, y en este punto he obrado siempre con total independencia, y sin atender a las opiniones que han tenido las personas que he estimado. Me persuado que así serán todas las mujeres, exceptuando a las muy estúpidas, o a las que por efecto de su educación hayan contraído un hábito servil. De ambas clases también hay muchísimos hombres"
La heroína de la independencia murió el 21 de agosto de 1842 a los 53 años de edad, fue declarada Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria a los pocos días de su muerte.